La noche que Guillermina no contenta con la patria potestad y el ático en Concha Espina, quiso el Volvo en propiedad, tirado en una cuneta me desperté, a dos leguas de El Café, con una maleta al hombro llena de escombros y un bollo de pan de ayer. "Le hemos echado de menos" me dijo el bueno del barman que me sirvió, vaso largo y con limón, la misma copa de ron que, el lunes va a hacer un año, me dejé en el mostrador. Después de pagar dos rondas (tres, contando la del baño) recuperé, entre la condesa y Julio, mi escaño de contertulio, mi carné de fundador de la mesa más redonda de El Café de Nicanor